viernes, 29 de enero de 2016

Número 1

Joaquín despertó muy temprano, extrañamente no había resaca en su cuerpo, solo el cansancio propio de una noche intensa y agitada.

Se cambió rápido y salió de esa habitación dejando a su acompañante ocasional, el deseo de encender un cigarrillo era tan fuerte como las ganas de escapar sin despertarla. Avanzó raudamente por aquella calle pensando y escuchando que ella lo llamaba, dobló en la primera esquina y corrió, corrió unos cien metros hasta que supo que todo había sido producto de su imaginación.

Subió a su viejo coche y buscó desesperadamente ese ansiado cigarrillo, quería sacar de su boca ese sabor a saliva ajena, a lápiz de labios, a sexo. Cuando por fin encontró uno en la guantera sintió un gran alivio al dar la primera bocanada, encendió el auto y partió a su departamento. Manejaba casi como un zombie tratando de olvidar las horas recientes.

Al llegar a la avenida observó a Don Pedro el viejo vendedor de escobas y recordó lo buen amigo que fue de su viejo, y como en una película pasaron por su mente algunas escenas de su niñez: la vez que Pedro lo defendió de los “maleaditos de la cuadra 10”, la vez que su papá le enseñó a manejar y la vez que le regaló la llave del coche a sus 20 años.

- ¡Hola Don Pedro! ¿Cómo le va?
- ¡Joaquín! Hijo, que gusto verte. Ya casi no te veo

Pedro esbozó una gran sonrisa arrugando el rostro mas de lo normal, estrechó su mano dura y recibió un palmazo en el hombro

- Ya no te acuerdas de los viejos ¿Cómo está tu mamá?
- Bien Don Pedro, con los achaques de siempre pero bien. Un día de estos vengo para tomar unas cervezas y conversar.
- Así sea hijo. Saludos por la casa

Caminó la media cuadra hasta la puerta de su casa, sonriendo y admirando al viejo que siempre tenía una sonrisa para todos los vecinos del barrio.

Entró a su departamento y la sonrisa de su rostro se fue borrando mientras una lágrima recorria su mejilla. Ahí estaba ese viejo cuadro familiar y de pronto lloraba como un niño en medio de la sala.